
La finalidad de un tratamiento de ortodoncia es crear una mordida sana y funcional al niño, que sea parte de la alineación de los dientes y también de la posición en la mandíbula.
Este tipo de tratamientos promueve la mordedura y masticación, contribuyendo también a un habla más clara. Además, una sonrisa atractiva puede tener también aspectos emocionales, mejorando la autoconfianza y autoestima.
La mayoría de los problemas que presenta el niño a corta edad pueden ser hereditarios. Sin embargo, otros se van adquiriendo y desarrollando con el tiempo, como puede ser la causa de chuparse el pulgar o los dedos, respirar por la boca, deglución anormal, mala higiene dental, pérdida temprana o tardía de dientes de leche, mala nutrición, accidentes… También, un problema de ortodoncia heredado se puede complicar por un problema adquirido.
Lamentablemente los dientes no se enderezan con el crecimiento, ya que el espacio disponible de los dientes frontales permanentes no aumenta a medida que uno crece. En la mayoría de pacientes, tras los molares permanentes (a los 12 años), hay aún menos espacio disponible para los dientes frontales.
Además, los problemas de ortodoncia pediátrica no tratados pueden empeorar y verse agravados a medida que se crece, pudiendo provocar caries, enfermedades en las encías, pérdida de tejido óseo o dientes frontales rotos.
Es importante saber que nunca es demasiado tarde para un primer chequeo. Hay que tener en cuenta que muchos tratamientos se comienzan a edades tempranas, dependiendo de las necesidades del tratamiento y el desarrollo fisiológico.
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